TIERRA, AIRE, AGUA Y FUEGO
TIERRA, AIRE, AGUA Y FUEGO. En el arte del barro y el fuego, mientras que
gira el torno, caigo en la cuenta de que no es fácil mirar hacia adelante sin
volver la vista atrás. ¿Cuántos alfareros entregaron su alma anónima del alfar?
Mientras gira la rueda, se embelesa el alma y el silencio se alía con la forma
que emerge, primero frágil y luego consistente por acción del fuego para
transportar las cosas divinas: agua, grano, aceite... Y ahora, la pieza o el
cacharro, apenas es el pretexto para dar paso a la impronta y la necesidad
creativa del alfarero, ceramista o del sujeto creador. Me parece que en el mundo
de la cerámica, a veces se hacen inseparables tradición y modernidad. Cuando me
encuentro en medio del proceso de creación, en la búsqueda de nuevas formas y
conceptos, asumo que en parte de mi obra está presente la influencia de la
cerámica ibérica, de la que aún quedan vestigios en el territorio de Rus; en el
punto de referencia tan importante que supone la cultura grecorromana en este
campo; y la brillante aportación de la sutil cerámica árabe. Desde este
contexto, sin desvincularme del oficio ancestral de alfarero, me adentro en el
mundo de la cerámica artística, trabajando e investigando, de manera que esta
búsqueda y andadura me lleven hasta una obra de creación propia.